“AUTORIDAD POSITIVA”
Tener autoridad es básico para la educación
de los hijos. Se deben marcar límites y objetivos claros que le permitan
diferenciar qué está bien y qué está mal. Pero uno de los errores más
frecuentes en los que los padres y madres incurren es el excederse en la
tolerancia y permisividad, que es entonces donde surgen los problemas.
Estas formas de actuar paternas y maternas, que a
veces llenas de buena voluntad, coactan y desdibujan la propia autoridad y
hacen que los hijos como niños y luego adolescentes, después no tengan un
desarrollo equilibrado y feliz, pues al ser inadecuados generan angustia en
ellos y en los padres y madres. El padre o la madre que primero reconoce el no
saber qué hacer ante las conductas no adecuadas de su hijo o hija pequeños, y
que luego sienten qué han perdido a su hijo ya adolescente, no puede disfrutar de
una calidad de vida, pues aunque les vaya muy bien económica, laboral y
socialmente, será frustrante el fracasar en el negocio más importante: LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS.
¿Cuáles
son los errores más frecuentes que padres y madres cometen cuando interaccionan
con los hijos?
Estos son los principales errores que, con
más frecuencia, debilitan y disminuyen la autoridad de los padres:
J La permisividad.
Es imposible educar sin
intervenir. Los hijos, cuando nacen, no tiene conciencia de lo que es bueno ni de
lo que es malo. No sabe si se puede rayar en las paredes o no. Los adultos son
los que han de decirles lo que está bien o lo que está mal. El dejar que haga
lo que quiera así este mal, como que se ponga de pie encima del sofá porque es
pequeño, por miedo a frustrarlo o por comodidad es el principio de una mala
educación. Un hijo que hace "fechorías" y el padre no le corrige,
piensa que es porque su padre ni lo estima ni lo valora. Los hijos necesitan
referentes y límites para crecer seguros y felices.
J Ceder después de decir no.
Una vez que como
padre se ha decidido a actuar, la primera regla de oro a respetar es la del no.
El no, no es negociable. Nunca se
puede negociar el no, el error más frecuente y que más daño hace a los hijos es
el contradecirse a sí mismo. Cuando vaya a decir no a un hijo, se debe pensar
bien, porque no hay marcha atrás. Si ha tomado la decisión de decir a un hijo
que hoy no verá la televisión, porque ayer estuvo más tiempo del que debía y no
hizo los deberes, el hijo no puede ver la televisión aunque pida de rodillas y
por favor, con cara suplicante, llena de pena, otra oportunidad. Hay niños tan
entrenados en esta forma de actuar que podrían enseñar mucho a las estrellas
del cine y del teatro. En cambio, el sí,
sí se puede negociar. Si piensa que el niño puede ver la televisión esa
tarde, negocie con él qué programa puede ver y cuanto tiempo.
J El autoritarismo.
Es el extremo de la
permisividad. Es intentar que el hijos haga todo lo que el padre quiere anulándole
su personalidad. El autoritarismo sólo persigue la obediencia por la
obediencia. Su objetivo no es una persona equilibrada y con capacidad de
autodominio, sino hacer una persona sumisa, esclavo sin iniciativa, que haga
todo lo que dice el adulto. Es tan negativo para la educación como la
permisividad.
J Falta de coherencia.
Los hijos deben de tener
referentes y límites estables, ya que las reacciones del padre/madre han de ser
siempre dentro de una misma línea ante los mismos hechos, y haciendo referencia
de hablar el mismo idioma en el momento de crear pautas o corregir. El estado
de ánimo debe influir lo menos posible en la importancia que se da a los
hechos. Si hoy está mal rayar en la pared, siempre lo estara. Igualmente es
fundamental la coherencia entre el padre y la madre. Si el padre le dice a su
hijo que se ha de comer con los cubiertos, la madre le ha de apoyar, y
viceversa. No debe caer en la trampa de: "Déjalo que coma como quiera, lo
importante es que coma", y ante todo no contradecirse.
J Gritar. Perder los estribos.
A veces es
difícil no perderlos. De hecho todo educador sincero reconoce haberlos perdido
alguna vez en mayor o menor medida. Perder los estribos supone un abuso de la
fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para los hijos. Además, a todo se acostumbran las personas y en mayor medida los hijos.
Los hijos también a los gritos a los que cada vez hace menos caso. Al final, para
que haga caso, habría que gritar tanto que ninguna garganta humana está
concebida para alcanzar la potencia de grito necesaria para que un hijo reaccionase. Gritar conlleva un gran peligro inherente. Cuando los gritos no
dan resultado, la ira del adulto puede pasar fácilmente al insulto, la
humillación e incluso los malos tratos psíquicos y físicos, lo cual es muy
grave. Nunca se debe llegar a este extremo. Si los padres se sienten
desbordados, deben pedir ayuda: tutores, psicólogos, escuelas de padres...
J No cumplir las promesas ni las amenazas.
Los hijos aprende
muy pronto que cuanto más promete o amenaza un padre/madre menos cumple lo que
dicen. Cada promesa o amenaza no cumplida es un negarse la posibilidad de
exigir o de imponer la autoridad que se queda por el camino. Las promesas y
amenazas deber ser realistas, es decir fáciles de aplicar. Un día sin televisión o
sin salir, es posible. Un mes es imposible.
J No negociar.
No negociar nunca implica rigidez e inflexibilidad. Supone autoritarismo y abuso de poder, y por lo tanto incomunicación. Un camino ideal para que en la adolescencia se rompan las relaciones entre los padres y los hijos.
No negociar nunca implica rigidez e inflexibilidad. Supone autoritarismo y abuso de poder, y por lo tanto incomunicación. Un camino ideal para que en la adolescencia se rompan las relaciones entre los padres y los hijos.
J No escuchar.
Una buena madre y/o padre es la quien escucha a su hijo aunque esté hablando
por teléfono. Muchos padres se quejan de que sus hijos no los escuchan. Y el
problema es que ellos no han escuchado nunca a los hijos. Los han juzgado,
evaluado y les han dicho lo que habían de hacer, pero escuchar... nunca.
J Exigir éxitos inmediatos.
Con frecuencia, los
padres tienen poca paciencia con los hijos. Querrían que fueran los mejores...
¡ya!. Con los hijos olvidan que nadie ha nacido enseñado. Y todo requiere un
periodo de aprendizaje con sus correspondiente errores. Esto que admiten en los
demás no pueden soportarlo cuando se trata de sus hijos, en los que sólo ven
las cosas negativas y que, lógicamente, "para que el niño aprenda" se
las repiten una y otra vez.
Sin embargo, una vez que se sabe lo que se
ha de evitar, algunos consejos y "trucos" sencillos pueden aligerar
este problema, ofrecer un desarrollo equilibrado a los hijos y proporcionar paz
a las personas y al hogar. Estos consejos sólo requieren, por un lado, el
convencimiento -muy importante- de que son efectivos y, por otro, llevarlas a
la práctica de manera constante y coherente.
Algunas de estas técnicas ya han sido comentadas
al hablar de los errores, y ya no insistiré en ellas. Me limitaré a enunciar
brevemente, actuaciones concretas y positivas que ayudan a tener prestigio y
autoridad positiva ante los hijos:
J Tener unos objetivos claros
de lo que pretende
cuando se educa. Es la primera condición sin la cual se pueden dar muchos pasos
en falso. Estos objetivos han de ser pocos, formulados y compartidos por la
pareja o quienes están encargados de la crianza del niño/niña, de tal manera
que los todos se sientan comprometidos con el fin que persiguen. Requieren
tiempo de comentario, incluso, a veces, papel y lápiz para precisarlos y no
olvidarlos. Además deben revisarse si se sospecha que se han olvidado o ya se
han quedado desfasados por la edad del niño o las circunstancias familiares.
J Enseñar con claridad cosas concretas.
Al niño no le
vale decir "sé bueno", "pórtate bien" o "come
bien". Estas instrucciones generales no le dicen nada. Lo que sí le vale
es darle con cariño instrucciones concretas de cómo se coge el tenedor y el
cuchillo, por ejemplo. O simplemente si se quiere un buen ejemplo para los
hijos, como padre/madre se debe dar ese buen ejemplo.
J Dar tiempo de aprendizaje.
Una vez se han
dado las instrucciones concretas y claras, las primeras veces que las pone en
práctica, necesita atención y apoyo mediante ayudas verbales y físicas, si es
necesario. Son cosas nuevas para él o ella y requiere un tiempo y una práctica
guiada.
J Valorar siempre los intentos y los esfuerzos de
los hijos por mejorar,
resaltando lo que hace bien y pasando por alto
lo que hace mal. Pensando que lo que le sale mal no es por generar fastidio, sino porque está en proceso
de aprendizaje. Al niño, como al adulto, le encanta tener éxito y que se lo
reconozcan.
J Dar ejemplo
para tener fuerza moral y prestigio. Sin coherencia entre las palabras y los hechos, jamás conseguirá nada de los hijos. Antes, al contrario, se les confundirá y se les defraudara. Un padre no puede pedir a su hijo que haga la cama si él no la hace nunca.
para tener fuerza moral y prestigio. Sin coherencia entre las palabras y los hechos, jamás conseguirá nada de los hijos. Antes, al contrario, se les confundirá y se les defraudara. Un padre no puede pedir a su hijo que haga la cama si él no la hace nunca.
J Confiar en los hijos.
La confianza es una de
las palabras clave. La autoridad positiva supone que el niño tenga confianza en
los padres. Es muy difícil que esto ocurra si el padre no da ejemplo de
confianza en el hijo.
J Actuar y huir de los discursos.
Una vez que los hijos tiene claro cual ha de ser su actuación, es contraproducente invertir el
tiempo en discursos para convencerlo. Los sermones tienen un valor de
efectividad igual a 0 o ninguna. Una vez que el niño ya sabe qué ha de hacer, y
no lo hace, actúe consecuentemente y aumentará su autoridad.
J Reconocer los propios errores.
Nadie es perfecto, los padres tampoco. El reconocimiento de un error por parte de los padres da seguridad y tranquilidad al niño/a y le anima a tomar decisiones aunque se pueda equivocar, porque los errores no son fracasos, sino equivocaciones que afirman lo que se debe evitar. Los errores enseñan cuando hay espíritu de superación en la familia.
Nadie es perfecto, los padres tampoco. El reconocimiento de un error por parte de los padres da seguridad y tranquilidad al niño/a y le anima a tomar decisiones aunque se pueda equivocar, porque los errores no son fracasos, sino equivocaciones que afirman lo que se debe evitar. Los errores enseñan cuando hay espíritu de superación en la familia.
Todas estas recomendaciones pueden ser muy
válidas para tener autoridad positiva o totalmente ineficaces e incluso
negativas. Todo depende de dos factores, que si son importantes en cualquier
actuación humana, en la relación con los hijos son absolutamente
imprescindibles: amor y sentido común.
Educar es estimar, El amor hace que las
técnicas no conviertan la relación en algo frío, rígido e inflexible y, por lo
tanto, superficial y sin valor a largo plazo. El amor supone tomar decisiones
que a veces son dolorosas, a corto plazo, para los padres y para los hijos,
pero que después son valoradas de tal manera que dejan un buen sabor de boca y
un bienestar interior en los hijos y en los padres.
Orientadores:
Diana Patricia Buitrago
Jonny Edgar Bernal
Ruth Espinosa
Ludwing Leonardo Correa
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